El mundo del espectáculo se estremece ante las últimas revelaciones sobre el fallecimiento de Liam Payne, ex integrante de One Direction. Según un comunicado de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional de Argentina, el cantante británico tenía en su organismo una combinación de alcohol, cocaína y un antidepresivo recetado antes de su trágica caída desde un balcón en Buenos Aires.
La investigación ha dado un giro inesperado con la acusación de tres personas relacionadas con la muerte del artista. Entre los implicados se encuentran un empleado del hotel y un presunto traficante de drogas, quienes enfrentan cargos preliminares por «abandono de persona antes de la muerte, suministro y facilitación de estupefacientes».
Los exámenes forenses descartan lesiones autoinfligidas o la intervención de terceros, sugiriendo que Payne pudo haber caído en un estado de inconsciencia. Este detalle arroja luz sobre los últimos momentos del cantante de 31 años, cuya muerte ha conmocionado a fans en todo el mundo.
La fiscalía ha realizado una exhaustiva investigación, analizando más de 800 horas de video y el contenido del teléfono celular de Payne. Se cree que el artista obtuvo drogas en al menos cuatro ocasiones durante su estancia en el hotel CasaSur Palermo.
Esta trágica noticia resalta la lucha de Payne contra el abuso de sustancias, un tema que había abordado públicamente en el pasado. Su fallecimiento no solo deja un vacío en la industria musical, sino que también plantea interrogantes sobre el apoyo y cuidado de las estrellas del pop en momentos de vulnerabilidad.