En octubre pasado, se anunció la trágica muerte de Matthew Perry, y la autopsia reveló que fue causada por los «efectos agudos de la ketamina» y ahogamiento en su jacuzzi. A pesar de las declaraciones públicas del actor sobre su sobriedad, un amigo cercano desmintió esta afirmación, alegando que Perry nunca estuvo verdaderamente limpio y que «le mintió a todo el mundo acerca de estar limpio». La situación llama la atención porque las cantidades de ketamina en su sistema eran similares a las de un paciente hospitalizado con anestesia general.
La adicción de Perry al alcohol y las drogas, un tema que abordó en sus memorias «Amigos, amantes y aquello tan terrible», parece haber persistido hasta sus últimos días. Según informes, recurrió a la aplicación de citas Raya para conectarse con mujeres jóvenes, de entre 21 y 25 años, a quienes les solicitaba Oxycontin, un analgésico opiáceo, y otras drogas. Supuestamente, convencía a estas mujeres al afirmar que necesitaba las sustancias para tratar sus dolores.
A pesar de las medidas de seguridad en su hogar, Perry lograba obtener drogas, ya que ni las enfermeras ni los acompañantes podían cachear a las visitas para verificar la presencia de sustancias ilegales. Este aprovechamiento de la falta de permisos de registro en su domicilio permitía que Perry continuara con su peligrosa conducta.
Se informa que el actor recibía terapia de infusión de ketamina para tratar la depresión y la ansiedad. En las últimas semanas antes de su fallecimiento, Perry estaba descrito como «enojado y malhumorado» por amigos cercanos, lo que sugiere un período difícil en su vida. Estos detalles arrojan luz sobre los desafíos personales y la lucha continua del reconocido actor, a pesar de sus aparentes esfuerzos por mantener una imagen de sobriedad.