Rafael Amaya rompe el silencio sobre su adicción a las drogas

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Rafael Amaya decidió abandonar sus cuentas en las redes sociales en 2018 y muchos de sus fanáticos comenzaron a suponer varias razones sobre su desaparición. Sin tener la certeza de que lo rodeaba, varios aseguraron que el artista tenía problemas de salud, debido a las adicciones de las drogas que tanto se ha hablado desde hace varios años.

Lo cierto es que quienes pensaron que el mexicano había recaído en el vicio, no estuvieron muy lejos de la realidad, puesto hace unos días el intérprete apareció en una fotografía del boxeador Julio César Chávez, quien tiene una clínica de rehabilitación y quien también aseguró que el famoso asistió a su centro de ayuda para recuperarse.

No obstante, Amaya no se había pronunciado para dar la versión de su historia, hasta el miércoles 3 de diciembre que le dio la exclusiva a People. El actor rompió el silencio y confirmó que en definitivo que tuvo que enfrentarse nuevamente a sus adicciones.

“Perdí mi paz interior, el amor que le tenía a mi familia, a mi trabajo. Poco a poco me fui sumergiendo en el fango oscuro del alcohol y las drogas, viviendo todos los excesos posibles habidos y por haber”, contó por primera vez.

El protagonista de El señor de los cielos, detalló que estuvo durante un tiempo viviendo en Europa y Sudamérica bajo perfil, pues se aseguró de dejar crecer su barba y utilizar gorras para evitar que lo reconocieran. “Estuve mucho tiempo solo, haciéndole mucho daño a mis seres queridos, a mis amigos, a mis compañeros y al público también”, dijo.

Los seres queridos de Rafael fueron los responsables de ayudarlo, luego que este lo solicitara con urgencia. “Me dijo: ‘Compadre, necesito ayuda, ya no puedo”, contó el compadre del artista, Roberto Tapia, quien también decidió unirse con Fátima, hermana del actor, y su manager Karem Guedimin.

Ante la crítica situación las Tapia, Fátima y Guedimin no dudaron en planear cómo rescatar al intérprete. Resulta que para rastrearlo tuvieron que inventarse una propuesta jugosa de trabajo en Sinaloa, México y fue con ese método que pudieron hallarlo.

Una vez creyó en el proyecto, lo ubicaron y lo convencieron de regresar con ellos para internarlo. “Mi compadre estaba en malas condiciones, pero deseando que alguien lo ayudara”, recuerda Tapia,

Asimismo, Roberto para evadir a la prensa en el aeropuerto, tuvo que manejar durante 24 horas desde Culiacán, Sinaloa, hasta Acapulco, Guerrero, allí se encontraba Amaya. “En el coche [de regreso] él venía llorando. [Yo] le estaba haciendo ver todas las cosas chingonas que tenía en su vida y [que] las estaba tirando [por la borda]”.

Por su parte, Rafael Amaya se desahogó y confesó: “Soy un ser humano, no soy un robot. Me dejé llevar por el alcohol, las banalidades. Estaba cegado por el manto oscuro de la drogadicción”.

Finalmente, el famoso asegura que todo en su vida cambió para mejor: “Con todas las bendiciones que se han presentado otra vez siento que renací. Tengo fe, tengo amor, esperanza, planes”.


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