MTodo parecía paradisiaco: el sol, la playa, el lujo, el buen humor… Sin embargo, el anfitrión se convertía en un ser depravado cuando se cerraban las puertas. En su isla privada del Caribe, Jeffrey Epstein abusaba de decenas de adolescentes. Una de sus víctimas, Chauntae Davies, nos desvela ahora las fotos de la guarida del monstruo.
Los lugareños la llamaban la ‘isla del pederasta’. Palmeras, bungalós pintados de azul y blanco, una piscina, un extraño templo con una cúpula dorada… Tiene aspecto de parque temático, pero era la guarida de un monstruo.
Un insaciable minotauro que exigía un tributo incesante de chicas jóvenes. Al menos 80 de ellas aseguran, según la acusación, haber sufrido los abusos sexuales de una jauría de la alta sociedad. Muchas eran niñas de entre 12 y 16 años, algunas lucían brackets y habían sido captadas a la puerta de sus colegios.
Era la isla privada en el Caribe del magnate de Wall Street, pedófilo reincidente y proxeneta Jeffrey Epstein. Las fotos inéditas que acompañan a este reportaje fueron tomadas por una de sus víctimas, Chauntae Davies, una fisioterapeuta que trabajó para Epstein entre 2000 y 2005 como masajista y azafata en su avión privado, conocido como Lolita Express por las orgías a bordo.
Davies tenía 21 años cuando fue reclutada por la exnovia de Epstein, Ghislaine Maxwell, hija del magnate de la prensa Robert Maxwell. «Epstein era encantador en público, pero en privado se transformaba. Presumía de su amistad con el príncipe Andrés y se jactaba de haber pagado las deudas de Sarah Ferguson, la duquesa de York. Tenía fotos con ellos enmarcadas en las habitaciones», relata. El escándalo está lejos de amainar.