Viernes 6 de marzo, 2020. Son las 3:23 a.m. en el distrito medieval de Oporto, Portugal. Tras tres horas de fuerte trabajo él abre un espacio para las relaciones públicas. Con voz ronca pero suave Viktor Rom Visser envía un cortísimo audio para afinar detalles de la entrevista. A penas dormirá 4 horas, pues entre próximos shows y su rutina de entrenamiento, poco espacio queda para el ocio o descanso.
Siete años atrás la vida de Roberto Gabriel Muñoz Méndez, era otra. Para ese entonces ejercía su carrera de abogado -con sus tres especializaciones a cuesta-, pasaba los días entre audiencias y consultas de oficina; atendía clientes y liberaba reos respectivamente. Dato curioso, pues a la luz de su estatus actual él también vivía en una suerte de cárcel, una al margen del código moral.
Del hábito a la realización. Entre sesiones y audiencias, el doctor Muñoz estaba obligado a drenar el estrés. «Podría decirse que estoy viviendo mi sueño. Recuerdo que me autosatisfacía en la oficina; solía distraerme así e incluso estudiaba las escenas para luego reproducirlas. Me decía ‘esto me gusta y lo puedo mejorar’ y buscaba a alguien con quien hacerlo. Era como ser un crítico de la materia, un perfeccionista», confesó el actor para adultos.
En Europa nació la estrella. Un curso de Inglés lo llevó lejos de casa, a Irlanda. Luego de seis meses al oeste del viejo continente se mudó a España, acercándose a lo que luego sería su debut en la industria pornográfica. Fue en enero de 2013 que el criollo se coló en un casting para la productora Kristen Bjork, todo gracias a los buenos oficios de su amigo y ‘colega’ Jhon Rodríguez. Gabriel Muñoz quebró allí los restos de sus reservas morales e impactó al jefe de casting.
Bien atrás quedó la estela del chico correcto, de valores provincianos y de brillante carrera profesional. Un escenario insospechado para un tachirense, formado en el núcleo de una familia conservadora. Viktor Rom Visser (como se le identificará de ahora en adelante) abrió así la puerta a un mundo donde el lubricante, las pieles y terrores nunca escasean.
Shows y Live Sex
Preparado para la ‘guerra’. Una suerte de ritual precede sus apariciones públicas. Una vez contratado sabe que debe ‘partirla’. Y ésta vez no será diferente; correas de cuero resbalan sobre su pecho tatuado, mientras sus fuertes manos tensan el arnés: cada hebilla, nudo y presea blindan su tonificado cuerpo. A estas alturas lo alinea todo. Ya no es solo un hombre, es Viktor Rom Visser: un domador, un máster, una máquina sexual.
El rito hecho carne. «Me preparo, me pongo mi vestuario y subo con el chico de turno al escenario. Mis shows los hago interactivos, es decir; que el público participe y se dejen. A la gente le encanta eso», relató jocoso.
En ocasiones suele conversar con el público mientras embiste a sus coestrellas. Clavada tras clavada, el sudor corre mientras el quórum mira. Entonces la gente suspira, aplaude, se excita, vitorea y ronronea.
Ningún acto suyo es apto para cardíacos, podría decirse. «Mis espectáculos son bastante extremos. Hago fisting, BDSM, -porque soy máster-. Siempre voy preparándome y actualizándome para nutrir esa expectativa», reveló.
Audiencias protagónicas
Pagar para presenciar un show de Viktor Rom, en ocasiones, es como sacarse un boleto de la suerte; pues sus presentaciones rondan de 2 a 3 horas y -si las condiciones están servidas- cualquier espectador podría sentirlo tener relaciones con él. De hecho, hace pocos días estuvo de gira en Brasil, justo allí en la ciudad carioca de Río de Janeiro, cada asistente salió muy satisfecho. «Hice un show privado; habían más de 200 personas. Era un local pequeño, bastante íntimo. Allí prácticamente todos eran pasivos, así que estuve con todos -carcajadas-. Es que soy bastante fuerte y me gusta lo que hago», detalló el semental.
Una agenda agitada, agitadisíma. Viaja constantemente por toda Europa, América e incluso ha visitado Asia. Los rodajes, sesiones de fotos y actuaciones en vivo son su pan diario, obligándole a visitar hasta tres países en la misma semana.
Paradójicamente su residencia formal está en Barcelona, España, pero con suerte puede dormir en su cama a penas ocho días en un mismo mes.
De aeropuerto a aeropuerto la fama le sigue. Ya le es común ser reconocido en bares, farmacias, vuelos y hasta en las oficinas migratorias. «Siempre hay buena receptividad, me da alegría y satisfacción pues eso me demuestra que le llego al público. Sé que es una ocupación que no siempre se mira bien -por esquemas culturales- pero acá en Europa es ampliamente aceptada», remató el entrevistado.
Su trabajo, prostitución y ¿arte?
El debate del símil entre su trabajo y la prostitución aún está lejos de allanarse. En ambos casos, tales quehaceres se reducen a un binomio clásico; a alguien le pagan por tener o brindar sexo. Sin embargo, visto desde las entrañas del oficio, Viktor Rom también ha encontrado luz en el plató, un brillo que aproxima su oficio al arte.
Las críticas no lo quiebran. «Es verdad, muchos califican esto como prostitución. De verdad, no me duele lo que la gente diga. Yo hago mis shows, me pagan para eso y gano mucho dinero. Al menos lo hago porque me gusta y es una forma de arte para mí, aunque muchos lo tachen de prostitución», rebatió el declarante.
Para muchos es una industria sucia, y vaya que sí puede serlo, pero ¿Cuántos puritanos podrían lanzar sus acusaciones con la consciencia limpia? Para Viktor Rom solo hay una verdad cuando las luces se apagan y el directo grita ‘¡Corte!’. «Gracias a este trabajo pude: ayudar a mi familia, sacarlos de Venezuela, viajar, darles lo mejor y brindarles una nueva vida. Esa es mi mayor recompensa», sentenció.
¿Un hombre sin reservas?
Todo tiene un límite, incluso dos. Si bien, a Viktor Rom se le reconoce dentro de la industria de entretenimiento adulto por carecer de fronteras sí existen en él zonas prohibidas, cerradas a cal y canto. La primera es el dinero y la segunda su retaguardia.
Pese a que en muchas oportunidades habló sobre la rentabilidad de su oficio, prefirió no dar mayores detalles. «Con respecto a la parte financiera me reservo el derecho a contestar. No me gusta hablar de cifras», solicitó amablemente.
En cuanto a la posibilidad de verlo actuar como pasivo respondió: «¡Soy solo activo! Tanto en mi vida real y como en mis películas. Jamás verán una escena de mí como pasivo, porque nunca lo he sido. Me han hecho muchas ofertas, pero ni por todo el oro del mundo voy a hacerlo -carcajadas-«, aclaró triunfante.
¿Pero y qué hay sobre lo demás? Víctor Rom se ha declarado abiertamente Pansexual y de esto no hay duda. Basta con revisar ligeramente sus redes sociales y admitir que en su filmografía no discrimina. «Estoy contento con lo que hago; con hombres, mujeres, trasvestis y transexuales. Sé que me critican y me gusta. Critíquenme, para bien o para mal, pero siempre digan algo», argumentó con pericia.
El hombre y el alter ego
Él es rudo, tosco, preciso y fogoso pero… Fuera de sus roles como empresario, actor, productor y director de pornografía habita otro. Detrás del monumento a Viktor Rom yace un hombre de familia. Para ser una figura tan sobreexpuesta, resulta curioso lo frágil y cálido que puede ser. ¿Quién diría que Víctor Rom Visser desnudaría su interioridad para El Farandi?
Tras recobrar fuerzas con una siesta ligera volvió al celular para continuar la entrevista. Habían pasado dos días desde el primer contacto. Y allí estaba él, solo, acostado en un hotel a seis mil seiscientos kilómetros del Ávila. Estaba tan solo que ni sus más de 456 mil seguidores -al sumar todas sus redes- podían llenarle. Y sin embargo desvistió su alma.
Cuando nadie lo ve. En su vida cotidiana es una persona normal, “muy normal”, recalcaría él mismo. Seguro le encanta divertirse, reírse, ir a la playa o al cine, estar en familia, pasear a su perrita «Venus» y mantenerse en contacto con sus afectos.
- Entre Roberto Gabriel Muñoz Méndez y Viktor Rom Visser ¿Hay diferencias? ¿Cuál de los dos es el personaje?
- «Hay muchas diferencias Roberto es el ser humano. El que se levanta a trabajar y producir. Hace dinero para llevar a casa, conserva sus proyectos. Como todos es feliz, aunque a veces tiene tristezas; porque no tengo a la persona que necesito a mi lado. Muchas veces me verán como aquel que está de viaje y sí, comparto con muchas personas, pero estoy solo. Es fuerte porque a pesar de todo, siempre estoy tremendamente solo», lamentó con voz queda.
A él no le gusta que lo idealicen. «No me gusta que me pongan como inalcanzable, lo detesto. Soy muy sencillo -prosiguió en la charla-. Viktor es el fuerte, que monta una ruda escena. Mientras que Roberto solo quiere hacer el amor con su pareja».
En sus propias palabras Viktor es todo un «troglodita» mientras que Roberto es el intelectual. En uno habita la paz y la calma, en el otro el desenfreno. Una diada, ambas caras de la misma moneda.
Los hombres rotos de la industria
La enfermedad, el olvido, las culpas y penas son una constante en este mundo. Y esto no le es ajeno. «He sentido miedos. En esta industria llevamos cosas muy fuertes. Lo que me quiebra es ver lo que sucede en mi país, Venezuela. Me hace llorar la pobreza, los abuelos; esos los abandonados, los enfermos mentales quienes han perdido la cabeza. La guerra, la muerte, la pobreza son cosas que me duelen y me estremecen», admitió el tachirense.
Viktor tampoco es inmune a la cólera, rabia o dolor. Y por ende, también se confiesa; únicamente con sus afectos. Tiene dos grandes amigos con quienes se abre y libera cuando las cargas agobian.
- ¿En tu agenda hay espacio para el amor?, ¿Sabe Viktor Rom Visser amar?
- «Yo sé amar, quizás muy bien. No me enamoro de los genitales, me enamoro de sentimientos. Soy capaz de amar y sé amar de verdad. Es algo peculiar, diferente. A mí no me interesa si es hombre, mujer, transexual. Es la esencia lo que me enamora. Mientras sea noble y transparente yo me voy a enamorar. A mí me interesa es su alma y su dulzura», refrendó con un dejo de melancolía.
Viktor lleva cerca de un año y medio sin pareja. Como un presidiario también lleva clara la cuenta de su soltería, día a día, mes con mes.
El ícono y los estereotipos
La industria puede ser consumida por todos, pero en definitiva no es para todos. Los cánones y estereotipos también reinan.
- ¿Crees que si no hubieses gozado de tu condición física o tus atributos Viktor Rom lo hubiese logrado?
- «Pude encajar en el prototipo que las compañías buscan, aunque poco a poco fui rompiendo el molde. En cuanto a lo físico siempre se busca que el activo tenga un buen miembro. Sin ésta dotación creo que sinceramente no habría tenido éxito. Eso es lo que gusta y da morbo en cámara, ciertamente», reafirmó el también director.
A lo largo de la historias varios hombres y mujeres se han valido un espacio en la cima del podio sexual. Justo ahora es el mejor momento para Viktor Rom Visser. En siete años de trayectoria ha acumulado más de 600 películas, ha tenido sexo con más de siete mil personas (cuatro mil hombres y tres mil mujeres) y se desplaza por el globo ofreciendo sus shows. Además cuenta con más de 20 premiaciones en su industria.
En definitiva el éxito es un café que se degusta según cada paladar. Indudablemente, hoy su nombre abre puertas en territorios sudorosos, donde la sed y lujuria se sirven a diestra y siniestra. Sin ánimos de hacer apologías o aupar al lector a nada, su desempeño es singular y por ende destacable.
Para el momento que ésta entrevista vea la luz pública, Viktor habrá recorrido otros 1700 kilómetros para cumplir compromisos en Ginebra, Suiza. Luego remontará otros mil 135 kilómetros a Valencia, España, donde estará presente con su show en el Festival de Las Llamas. ¡Bon voyage!