En navidad, pese los intentos para mantener el nacimiento de Jesús presente de alguna manera, es la figura de Santa Claus, San Nicolás, Papa Noel o Viejo Pascuero quien asume el papel central en cultura popular de esta época desde hace un buen par de décadas.
Con información de: Resumen Latinoamericano
Su origen es más complejo e interesante que un simple invento de la Coca Cola. Si bien la compañía tiene una importante participación en la configuración actual del personaje, en particular en la apariencia y colores, sus orígenes representan un interesante sincretismo de muchas tradiciones de los lugares por donde se iba expandiendo el cristianismo.
De manera rápida, el cristianismo hizo propia la tradición milenaria de celebrar el solsticio de invierno en el hemisferio norte en esta fecha, en un sincretismo muy hábil como ha sido a la tónica en su historia, logró introducir la figura de Jesús en la celebración romana del dios Saturno (que incluía darle regalos a los niños y niñas), el nacimiento del dios Apolo el 25 de diciembre, la justificación del regalo de los Reyes Magos y el santo bizantino San Nicolás de Bari.
Sin embargo, lo que me parece más interesante es el aporte Krampus. Al llegar el cristianismo a las comunidades alpinas, incluyeron su propia tradición pre-cristiana en la festividad, la figura de Krampus, una figura de “demonio” germánico hijo del dios germánico Hel, con apariencia de un macho cabrío humanoide, una especie de incubo o fauno, de una larga lengua roja y bífida que se pasea por las calles haciendo sonar sus cadenas oxidadas con un saco a la espalda durante la temporada de navidad, saco donde lleva regalos como premio a los niños y niñas que se han portado bien, y que por otra parte utiliza para llevarse con él a quienes se hayan portado mal como castigo.
Con el paso de tiempo el mito Krampus se fue separando (cual Pikoro y Kami-Sama): su “parte buena” terminó aportando su grano de arena en este mix de tradiciones que finalmente terminó siendo el actual Viejo Pascuero, y su “parte mala” aportó en el desarrollo de otras leyendas como el Viejo del Saco (mezclado con otras tradiciones también), y según algunas teorías, incluso en el Cuco (Coco o boogeyman), personaje usado también para asustar a los niños, parte de la cultura popular de muchos países del mundo.
Desde la edad media la tradición se mantuvo, pese a que la institucionalidad de la Iglesia Católica nunca tuvo una postura del todo benevolente con ella. Con el avance de la navidad cristiana, Krampus y San Nicolás, terminaron siendo una especie de equipo en los países nórdicos, germánicos y luego en buena parte de Europa, una dualidad de premio y castigo para estas fechas utilizado para quizás de alguna manera en el comportamiento de los niños, que se fue ablandando con el paso del tiempo.
Finalmente, la navidad terminó sólo con la imagen positiva del gordo bonachón que viene en un reno repartiendo regalos, su oscuridad fue relegada hasta desaparecer y la fecha es ahora sólo “paz y amor”, y por supuesto, muchas compras, deudas y consumismo desenfrenado para demostrarlo.
Quizás el miedo de que un macho cabrío te lleve con él al infierno en navidad sea un poco drástico y el castigo sea bastante peor que simplemente no recibir lo que esperabas o un carbón (¡así quién no le hace caso a sus papás!), lo cierto es que de un tiempo a esta parte la figura de Krampus ha resurgido con fuerza en la cultura popular, cada vez más presente en las fiestas de navidad en Europa y últimamente en Estados Unidos, así que no sería sorprendente verlo dando vueltas por las calles de buscando acompañantes para una temporada en el infierno.