La popular banda mexicana Maná, ha inmortalizado varias de sus canciones, pero podría decirse que una de las más emblemáticas es la de «El Muelle de San Blas». Compuesta en el año 1997, logró posicionarse en el número 18 en el chart U.S. Billboard Hot Latin Tracks 1 y permaneció en ese puesto por 6 semanas.
Han pasado más de 20 años desde que este tema se estrenó y aún muchos se siguen preguntando si la historia contada por la agrupación mexicana era cierta. Ciertamente, si se trata de un acontecimiento de la vida real y hasta el sol de hoy muy pocos saben, que Fher (Fernando Olvera) vocalista de la banda de rock latino, se inspiró en la vida de Rebeca Méndez Jiménez, quien murió en 2012.
Con información de Infobae
Muchas son las leyendas que fueron pasando de boca en boca respecto de esa mujer con una belleza única, que vestida de novia esperaba a un amor que finalmente nunca regresaría. En exclusiva para Teleshow, la palabra de su hija.
Esta es la historia real de una persona que amó cuanto pudo, que amó todo el tiempo: a su pasado como cantante, a su familia, a tres hombres. Una persona a la que la vida le fue poniendo obstáculos todo el tiempo, obstáculos que la llevaron a la locura. Y no se trata de una metáfora.
«Mucho se habló sobre mi madre. Lamentablemente, casi todo lo que se dice es mentira. Y por respeto a ella, a su historia, es necesario que se sepa la verdad de los hechos». Así comienza su relato Blanca Leticia Suárez Méndez, que comparte en exclusiva con Teleshow. Es hija de Rebeca Méndez Jiménez, que el grupo Maná inmortalizó en la canción «En el muelle de San Blas».
La leyenda habla de un marinero llamado Manuel. También de una tormenta bautizada Priscillaque pudo haber causado su muerte. Y de una mujer que en vano esperó toda su vida el regreso de ese marinero. De hecho, así es como lo cuenta el guía de turistas de El Fuerte de la Contaduría, en el puerto de San Blas, en el estado mexicano de Nayarit.
«Mi madre nació en Guadalajara, en 1943», inicia su relato Blanca, para luego recrear lo que sería una vida de frustraciones y de esperanzas. «Ella cantaba muy bonito y llegó a tener fama y a ganar dinero», destaca su hija. En aquellos años Rebeca se enamoró. «Quedó embarazada de mí -dice Blanca-, y no la dejaron casarse con mi padre, temiendo que abandone su carrera. La violencia con la que alejaron de ese hombre fue desesperante para mi madre. Incluso, para protegerlo, la familia de mi padre lo envió al extranjero. Eso la llevó a la locura».
El tiempo transcurrió, la carrera musical quedó a un costado y Rebeca conoció a otro joven. Dos hijos nacieron fruto de esa relación, pero un nuevo revés le presentaría el destino. «Ella se quiso casar, pero ese hombre ya estaba casado. La primera vez que ella se vistió de novia, le costó el manicomio. Le quitaron su herencia, y también le quitaron a sus dos hijos, a quienes en 1984 enviaron a Italia».
«Yo era menor de edad -recuerda Blanca-. Ella estaba en el manicomio y no me dejaban ir a verla hasta que cumpliera la mayoría de edad. Esperaba ese momento, mi cumpleaños era en octubre de 1985». Y así como Rebeca en el muelle se San Blas, aguardaba con ansias que el calendario seguía perdiendo sus hojas. Pero…
El terremoto de México
19 de septiembre de 1985. 7:17 hora local. Un sismo de magnitud 8.1 afecta la zona centro, sur y occidente de México, convirtiéndose en el más dañino en la historia de ese país. Según cálculos extraoficiales, unas 40.000 personas fallecieron luego de esas dos trágicas jornadas (el sismo de la mañana del jueves 19 de septiembre y la réplica del viernes 20, que terminó de colapsar las débiles estructuras que habían quedado).
«Tras el temblor, mi mamá escapa del manicomio y comienza a deambular por las calles buscándonos. Ella sólo quería encontrar a su familia y a sus hijos, seguramente una parte de su interior le hizo creer que nosotros habíamos muerto en medio de esa tragedia». Así fue como Rebeca llegó a San Blas, un lugar que le traía recuerdos de su infancia: de niña la llevaban a vacacionar allí.
«La gente estaba intrigada por saber quién era esa mujer de gran belleza y que no paraba de fumar. Comenzaron a llamarla La chica de humo, no solo por el cigarrillo sino también porque llegaban a transcurrir días enteros sin que se supiera de ella, como si se esfumara del lugar». Allí Rebeca volvería a conocer el amor, aquel que la atravesó como ningún otro que hubiera experimentado antes. Un amor al que no le importó la diferencia de edad.
En esas playas Rebeca conoció a un surfista llamado Ladislao, apodado Laus. Aunque era varios años menor, el joven se sintió atraído por la belleza de esa mujer. «Juntos, ellos eran ‘la bomba’. Y mi mamá por fin había encontrado el amor», rememora Blanca. Rebeca y Ladislao se mudaron a una casa que estaba muy cerca de la plaza vecina al muelle. Con su traje de novia, dedicada a la venta de muñecas de trapo y chucherías, le comentaba a quien quisiera oírla que en Laus finalmente había hallado al hombre de su vida. Y que pronto se casarían.
Una tarde cualquiera Ladislao tomó su moto y se dirigió a un puerto cercano, donde compraría algunas unas cosas. Pero un accidente terminó con su vida. Y allí quedó Rebeca, con su vestido de novia, a la espera de un amor que jamás volvería.
Fue entonces cuando Fher Olvera, el cantante de Maná, dio con ella. Y al escuchar su relato escribió en un papel una historia que mostró a los demás integrantes del grupo, a la que rápidamente pusieron música.
«Yo vivía muy lejos, y una tía me fue a buscar a casa para que escuchara las historias que se contaban de una mujer en el muelle, porque ella vivía cerca de San Blas», aporta Blanca. «Desde ese momento, mi mami nunca paró de decirme que finalmente yo fui el más grande de sus amores, el que tuvo en su vientre y en sus brazos».
Había una duda sobre Rebeca que Blanca necesitaba quitarse. «Le pregunté a ‘La chica de humo’ quién era el amor que esperaba, y sus ojos se le llenaron de lágrimas. ‘Es un misterio que me llevaré a la tumba’, me respondió. Y así lo hizo: jamás me lo contó. Murió, en mis brazos el 15 de septiembre de 2012».
«Esta es la historia real, no un mito -concluye Blanca-. A veces, así son las vidas reales. Tanta desilusión lleva a la locura». Porque a Rebeca también la apodaron La loca de San Blas. Lo que nadie se encargó de aclarar es que Rebeca estaba loca, sí, pero de amor.
Y de esa locura nadie se encuentra exento.