«No soy una leyenda, estoy viva», dijo Agnès Varda en la última Berlinale, celebrada apenas el pasado mes de febrero. La cineasta entonces presentaba Varda par Agnès, su despedida del mundo del cine, sin saber que su adiós definitivo llegaría pocos meses después, por desgracia. Porque la cineasta ha fallecido hoy viernes 29 de marzo de 2019 en París a los 90 años de edad, según han informado fuentes familiares a la prensa francesa.
Cineasta de ficción con su debut Cléo de 5 à 7 (1962), icono de la Nouvelle Vague, documentalista con trabajos como Los espigadores y la espigadora (1999) o la reciente Caras y lugares (2016), fotógrafa, artista, feminista y una mujer de un carisma infinito, Varda deja un legado fílmico inigualable en el ámbito del cine de autor europeo y una mirada curiosa sobre el mundo que la rodeaba imposible de equiparar. «La gente que me rodea me fascina. No importa dónde se encuentre. En las calles de mi barrio de París, en Nueva York, sean los protagonistas de mis historias o gente corriente que me surge por una esquina», explicaba en la pasada Berlinale.
MUJER DIRECTORA FEMINISTA EN UN ENTORNO MASCULINO
Nacida como Arlette Varda el 30 de mayo de 1928 en Ixelles, Bélgica, Agnès Varda fue una de las pocas mujeres cineastas de la Nouvelle Vague. Su primer trabajo sería La Pointe courte (1955), considerada una cinta precursora de los estilemas de la Nouvelle Vague, y siete años después presentaría en Cannes Cléo de 5 à 7, cinta emblemática de ese movimiento que sigue a una chica durante dos horas mientras espera un diagnóstico de una prueba médica. «Un filme libre y puro», dijo de ese trabajo André Bazin, pope de la revista Cahiers du Cinèma.
Hasta 1995, Varda realizó una decena de largometrajes, entre ficción y cine de no ficción, dejando una impronta muy marcada en tanto que mujer feminista: Le bonheur (1965), Black panthers (1968), Daguerréotypes (1975), Una canta, la otra no (1977), Murs, murs (1980), Documenteur (1981), Sin techo ni ley (1985), Jane B. par Agnès V. (1987), Jacquot de Nantes (1991), dedicada a su marido, el también cineasta Jacques Demy, fallecido el 27 de octubre de 1990, además de Las cien y una noches (1995) y L’univers de Jacques Demy (1995).
Su carrera toma un nuevo aliento cuando presentó el documental Los espigadores y la espigadora (1999), sobre el estado actual de los trabajadores del medio rural y filme al que dio continuación en Dos años después (2002).
Sus últimos largometrajes –Les plages d’Agnès, Caras y lugares y Varda par Agnès– suponen en su trayectoria una mirada hacia el pasado repleta de nostalgia pero también de un nuevo vitalismo. La cineasta se volvió en los últimos años especialmente prolífica y viajera, generosa y pizpireta en sus apariciones. Además de agradecida con la serie de reconocimientos que se fueron sucediendo, desde el Leopardo de Oro honorífico en Locarno 2014, la Palma de Oro honorífica en 2015, el Premio Donostia del Festival de San Sebastián en 2017 y el Oscar honorífico también en 2017.