Hacia el principo de la obra de Aristófanes, ‘Lisístrata’, una antigua comedia griega sobre un grupo de mujeres que deciden negar las relaciones sexuales a sus parejas hasta que se pongan de acuerdo y llegue el fin de la guerra del Peloponeso, el personaje principal hace un juramento con el que une las casas de las féminas para propiciar una paz general.
«Ningún amante o esposo jamás se acercará a mí con una erección», les hace proclamar a todas . «Viviré mi vida en casa sin tener sexo, vestida de forma sensual y perfectamente maquillada para que mi esposo arda en deseo por mí», sigue relatando. «No voy a levantar mis piernas hasta el techo», entonan. Y luego: «No adoptaré la postura de la leona sobre el rallador de queso».
En qué consiste
Esta última imagen es tan visceralmente impactante como misteriosa. No se puede leer esto sin imaginar algo sexual. Pero qué, exactamente. ¿Cómo es? ¿Una leona? ¿Y un rallador de queso? ¿Tiene sentido? ¿Cómo interactuarían estos dos compañeros de cama tan extremadamente diferentes? Resulta que esta es una cuestión que ha atormentado a los académicos durante milenios: los eruditos pueden haber distorsionado el significado de esta posición sexual enigmática ya en el periodo helenístico, es decir, 200 años después de que se escribiera por primera vez la obra. Además, los anticuarios siguen sin saber su significado, aunque tienen algunas ideas, relatan en ‘The Cut’.
Los primeros comentarios escritos en los márgenes de la obra llaman a la posición «atrevida, carente de moralidad, cachonda y sucia y muy divertida», sugieriendo que podría ser a la que ahora llamaríamos «el perrito». Esto se debe a que «un rallador de queso es un cuchillo grande», dice el argumento, y estos a menudo tenían manijas adornadas con tallas de «leonas agachándose».
Según esta interpretación, la posición implicaría a una mujer inclinada sobre la postura de un utensilio decorativo. En palabras del clasicista Alan Sommerstein, «ella estaba echada hacia delante (a veces apoyando las manos en el suelo o en una cama), en una postura que recuerda a un león hembra agazapada y a la que se penetra por detrás, ya sea vaginal o analmente».
Nueva teoría
Esta interpretación (algo anticuada) fue la dominante en el siglo XIX. Más recientemente ha comenzado a surgir una nueva: una en la que la leona se masturba utilizando el rallador: se agacha sobre él y frota su pelvis hacia delante y atrás para lograr un efecto de alguna manera placentero. «Cuando comencé a estudiar las primeras ideas, no tenían sentido porque eso no es lo que parece ese utensilio», explica Cashman Kerr Prince, investigador. En la antigüedad, como hoy, esta herramienta de cocina no tiene mango. «Su apariencia es como el que está en tu cocina. Con frecuencia es de metal, con muchos agujeros, posiblemente con clavos, y tiene todas estas pequeñas crestas», continúa.
La traducción más parecida hoy en día sería la postura del «perrito»
Las cosas se vuelven logísticamente complicadas aquí. De nuevo, ¿qué acto sexual podría hacer una mujer incluso con un objeto metálico perforado? En el curso de su investigación, Prince consideró que la mejor manera de proceder era examinar el «bagaje mental» alrededor de ambos participantes figurativos. «Si empiezo a hablar sobre esta postura, ¿qué atrae a la mente? ¿Qué significado tiene?».
Los ralladores de queso eran funcionales y apreciados, según Prince. Se han encontrado en tumbas etruscas, lo que los convertiría en un bien de lujo importado. Además, las leonas se asociaron con el poder y la sensualidad, por lo que esta posición «probablemente será sexualmente costosa», explica haciendo referencia a que se cree que se usó en los burdeles griegos antiguos, donde las posiciones más exóticas eran más factibles. «Es sexo e involucraría a una mujer fuerte, dada la referencia al animal», añade.
Aun así, no podemos estar seguros. Siempre existe la posibilidad de que Aristófanes se inventara la frase por completo, que fuera una broma o algo sin significado real. Esto es algo que los eruditos, incluido Prince, han reconocido durante mucho tiempo; es especialmente difícil saber por qué hay muchas desviaciones en la forma en que las personas hablan sobre el sexo: entre lo que decimos en público y lo que hacemos en privado. Parece que tendremos que aprender a vivir con esta incertidumbre sin importar cuán incómoda sea la forma en que una leona pueda apoyarse sobre un rallador de queso.