A dos días de la boda del príncipe Enrique de Inglaterra en Windsor, los vecinos de esta ciudad de 30.000 habitantes cercana a Londres están divididos entre quienes aprecian el evento y quienes lo detestan.
Las calles están valladas, hay policías fuertemente armados por todas partes y más turistas de lo habitual en esta localidad a orillas del Támesis, a 40 km de Londres en dirección oeste, cuyo centro estará cerrado al tráfico a partir de este jueves.
Los vecinos están acostumbrados a las idas y venidas de la familia real, que tiene en el castillo de Windsor una de sus residencias más queridas, y a los turistas, pero la boda del príncipe y la actriz Meghan Markle ha provocado un ambiente febril.
“Es un maldito dolor de muelas”, dijo Michael Mannix, mientras tomaba una pinta de cerveza y fumaba un cigarrillo a las puertas de un pub.
“Van a suspender todos mis autobuses”, dijo este vecino de 71 años.
“Es exagerado, está a reventar, furgonetas de televisiones”, añadió, señalando una de ellas.“No me interesa la monarquía. No me acercaré el sábado, probablemente trabajaré en el jardín”.
Marjorie Lomas, de 77 años, tampoco piensa acercarse, pero no tiene ningún problema con la boda. “El ambiente será estupendo, vibrante, pero lo miraré por televisión porque ya sé lo que pasa con las muchedumbres”, dijo esta mujer.
“Es una gran promoción, que sea aquí en vez de en Londres. Windsor está en todos los diarios, eso es bueno. Vendrán muchos turistas”