El actor de doblaje Juan Carlos Vázquez, quien le da vida a «Doña Griselda», fue secuestrado y golpeado por ocho antisociales, madrugada de este viernes.
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«El chofer del pintoresco personaje «Doña Griselda», salió de un show privado en el Centro de Convenciones de Caracas, de allí llevó a su novia a su casa en San Bernandino, municipio Libertador de Caracas, cuando su novia ingresaba a su residencia, cerca de ocho delincuentes lo interceptaron en un carro Fiat, modelo siena, que estaba identidicado con un letrero de taxi, «yo no sé nada de armas pero estaban muy bien armados, tenían pistolas con el peines grandes», describió Vázquez.
Al parecer fue trasladado al barrio el Guarataro en el centro de Caracas , allí lo obligaron a permanecer en el piso en posición fetal mientras extorsionaban a su novia exigiéndole que les cancelara 30 mil dólares para salvar su vida. «Me pegaban con las pistolas, me daban cachazos en la cabeza, en las costillas en todo el cuerpo, yo me protegía la cara con la mano y creo que me fracturaron el dedo índice porque lo tengo morado», aseguró Vázquez a través de un comunicado de prensa.
Durante las casi tres horas de secuestro pensó que lo iban a matar, «entonces recordé que a Mónica Spear la mataron porque no sabían quién era, es ahí donde les dije que yo trabajaba en Televen, en La Bomba y que hacía a Doña Griselsa, incluso les hice la voz». Cuando el resto de los delincuentes ingresaron a la habitación, quien lo cuidaba les dijo de quien se trataba y fue ahí donde se recrudeció su pesadilla, «cuando le dijeron que era de La Bomba, uno de ellos me dijo: ‘¿La Bomba? Ahora sí vas a ver lo que es una bomba y sacaron unas granadas y me empezaron a pegar con las granadas, hacían que las mordiera». Relata que el grupo tenía los artefactos explosivos colgando con cadenas en sus cuellos, relató.
Vázquez fue abandonado dentro de su propio auto, los delincuentes que asegura que no tenían menos de 20 años, se cuestionaron si debían quitarle la vida o no, pues «ya los habían visto». Dentro del automóvil, una vez detenidos le pusieron un arma en su espalda, «escuché como la cargaban y solo dije: ‘Dios mio que no me duela’ y luego dejé de sentir el frío del hierro», sus secuestradores los abandonaron el carro y huyeron a toda velocidad.